lunes, 4 de junio de 2012

Conversaciones con mi pulgar

Es muy fácil ser amigo en las malas.
Es muy fácil acompañar en un mal momento.
Es muy fácil decir lo siento.
Pero... ¿Quién se alegra por tus aciertos?
¿Quién te abraza cuando estás contento?
La envidia es el silencio.
Cada dedo es un amigo.
Los amigos son los que están en las buenas.

martes, 22 de mayo de 2012

Canto de un niño a una madre desesperada

Hoy voy a hacer un poema, un canto a la mujer que espera.
Hoy quiero hacer un poema, aunque yo no sea un poeta.
Mujer desesperada que callas por amor,
    mujer del viento que en silencio amas.
Mujer amante, madre y dueña, mujer con pena,
    pongo en mi cajón de sueños todas tus huellas.
Tus dedos pintan la historia, tus senos la crean,
    tu magia inventa mis credos, y por eso te pienso.
Madre de todos, no quiero un solo día,
    madre sin semen, no me importa este día.
Mientras lo básico golpea, mata y olvida,
    tú escribes las paredes de mi cielo.
Mientras la fuerza invade mis sueños,
   yo intento recordar tus besos.
Mujer valiente que espera, anímate y no esperes.
Me guardo tu mirada cómplice si quieres,
    pero no me abandones.
Mujer guerrera, dulce y triste,
    no me mires con vergüenza.
La guerra no es de ustedes, la ira tampoco.
La violencia es de los hombres,
    mientras los vientres, retorcidos,
        florecen.
Inventé mareas con todas tus lágrimas,
    y naufragué con la paz entre mis piernas.
Y no me olvido de la vida, ni de los úteros, ni de los cuentos.
Y no me olvido de la historia, escrita por ustedes día a día.

miércoles, 16 de mayo de 2012

La potestad de la memoria

La luz del intercomunicador titilaba en la oficina, pero Eduardo se encontraba demasiado concentrado analizando la agenda del día siguiente como para que otro estímulo desviara su atención.

El cronograma detallaba tres reuniones con diferentes productoras que habían sido convocadas para filmar el nuevo comercial de su agencia de publicidad; y una cena con los directivos de una empresa informática multinacional, que, apenas instalada en el país, había decidido sin vacilaciones contratar los servicios creativos de su empresa.

A través de las paredes translúcidas, su secretaria podía ver cómo el teléfono de Eduardo jamás sería atendido. Luego de unos instantes, inspiró profundamente y se dirigió hacia la oficina de su jefe. Tras dos tímidos golpes a la puerta, Eduardo, con el movimiento de su mano derecha, la invitó a pasar.

La oficina tenía más metros cuadrados que los que ella alguna vez podría animarse a soñar para su casa. Sobre la alfombra artesanal marroquí que cubría la totalidad del piso, descansaba el escritorio en forma de “L” con tapas de cristal y bases combinadas de aluminio y cromado. Detrás del mismo, un estante lleno de trofeos de festivales publicitarios recorría toda la pared que daba a la calle. El resto de la oficina estaba lleno de aire, denso e intimidante.

Eduardo destilaba la imagen de una persona que rendía diariamente exámenes ante la corte suprema de la pulcritud. Vestía un traje Brioni hecho a medida que combinaba sobriamente con sus zapatos Testoni. Sus 50 años parecían esconderse detrás de una mirada carente de arrugas, y  de un pelo brilloso y abundante que se asemejaba al de un recién nacido. Sus ojos marrones, llenos de vigor y confianza, atemorizaban sin intención a quienes se animasen a mirarlos directamente.

-Disculpe señor. Ya son las ocho. El chofer lo está esperando abajo – murmuró Estela asomando su cabeza por la puerta.
-Tres productoras son demasiado y ya tengo decidido lo que quiero. Dígale a los de Martínez que no vengan, que estamos buscando un estilo diferente –dijo Eduardo sin levantar la cabeza de su agenda.
- Desde luego, ¿algo más señor? –preguntó Estela.
-Eso es todo Estela. Nos vemos mañana.
-Hasta mañana señor, buenas noches -dijo Estela cerrando la puerta.

El Rolls Royce Phantom parecía levitar sobre la autopista. La ausencia de sonido se veía alterada raramente por los avisos de “zona peligrosa” del GPS, ante los cuales Eduardo y el chofer permanecían inmutables. El automóvil cruzó un peaje, para luego girar a la derecha y adentrarse en un barrio de calles de adoquines. Hileras de pinos enmarcaban las calles acompañadas por imponentes mansiones a sus costados. El chofer volvió a girar para ingresar en una calle donde esta vez, los pinos parecían achicarse y rendirse ante el imponente portón de hierro donde la misma desembocaba.

Allí se detuvo el auto. Eduardo, tomó el control remoto y el portón comenzó a abrirse. Un jardín decorado con fuentes renacentistas marcaba el camino hacia la entrada de la casa.
Voy a cargar nafta y regreso a buscarlo señor –dijo el chofer mientras Eduardo descendía del automóvil.
-¿Buscarme? – preguntó confundido.
-Sí señor. A las 22 hs. debemos pasar por lo de la señorita Varela. Ha quedado con ella para ir al cine esta noche –insistió el chofer.
-Lo espero entonces –dijo Eduardo confundido mientras esperaba que el chofer abandonase la casa para cerrar el portón.

Dirigiéndose con paso lento hacia el hall de entrada, Eduardo caminaba disgustado consigo mismo por haber olvidado dicho evento. No por lo que éste implicaba, sino porque de lo único que se fiaba en su vida era de su propia memoria. Tan presente tenía el tema de la desconfianza, que todo el personal que trabajaba en su casa lo hacía solo los fines de semana durante su presencia. Y el chofer, que era el único con el que tenía contacto cotidiano, era supervisado bajo su atenta mirada cada vez que ingresaba o salía de la propiedad. Pero esta vez, era su propio cerebro el que lo había traicionado.

La señorita Varela, era la Directora Ejecutiva de una empresa de telecomunicaciones, a quién Eduardo había conocido en una reunión de negocios. Luego del fallecimiento de su esposa, él había encontrado en esta mujer cautivante e independiente, una compañera ideal con la cual sostenía una relación amorosa sin compromisos.

Ya dentro de la casa, Eduardo se dirigió hacia la ducha para alistarse para la salida. Bajo el chorro de la misma, volvió a cuestionarse su falta de memoria y a dudar de si se trataba de un simple hecho aislado, o si en verdad los años le estaban empezando a pasar factura. Comenzó a testearse a sí mismo, desafiando a su mente y analizando las probables conclusiones que devendrían de la salida con la señorita Varela.
Pensó que al irla a buscar, ella estaría luciendo un vestido espléndido que lo dejaría perplejo. Pensó que en el cine ella elegiría una película inteligente con final abierto, que daría paso a un largo debate en una posterior cena en un restaurant ostentoso. Pensó que esto concluiría con los dos teniendo relaciones para finalmente dormir juntos en la casa de ella, aunque al día siguiente, él se retiraría antes de que la señorita Varela despertase.
Pensó en el carácter predecible de las cosas y el pasado lo invadió con nostalgia.

Entonces, comenzó a reflexionar sobre Cecilia, su difunta esposa, y su pasado junto a ella. Que a la hora de ir al cine, se quedaría dormida en el mismo instante del inicio de la película, y que, al concluir el film, él inventaría cualquier argumento descabellado al cual ella siempre respondería con una sonrisa. Pensó que ella no iría a un restaurante ostentoso y que comerían cualquier menú improvisado, priorizando que ella terminase sus asuntos laborales y caseros pendientes. Pensó que no luciría un vestido espléndido, sino que se calzaría el pijama que tuviese a mano y se pondría como siempre, sus pantuflas rosas de peluche. Se concentró en el sexo y recordó que ya nunca volvería a sentir la magia de su piel. Pensó en el día siguiente, y recordó cómo por nada del mundo, hubiese elegido levantarse sin decirle adiós.

La luz del portero eléctrico titilaba. Eduardo, jamás atendería.





miércoles, 2 de mayo de 2012

¿Y si nunca pudieras ver el sol?

¿Y si nunca pudieras ver el sol?
¿Y si tu inocencia incendiara los libros?
¿Y si el sol quemara tus lágrimas?
¿Y si la vida fuese un espejo, donde uno vive de noche y vuela de día?
¿Y si tendrías que ocultarte sin haber sido juzgado?
¿Y si te duelen los rayos, adentro?
¿Y si las gotas en tu piel fueran reflejos de estrellas?
¿Y si a cambio cedes luz por un poco de abrazo?
Vida injusta.
¿Qué quieres, cuánto quieres y cuándo me quieres?
Dame la respuesta de esta injusticia, que no puedo escuchar mis llantos.
Dame la solución a la conciencia, pero certera, sin religiones.
No quiero razón y no quiero tu creencia, si no hay verdades en este mundo que las propias imágenes.
Sé mi película, y entiérrala en el patio.
Yo, mientras tanto, te regalo mi sonrisa para librarte de lo dicho.

viernes, 20 de abril de 2012

El misterio del hospital Ramos Mejía

Misterio del Ramos decime qué escondes.
Misterio del Ramos, tus secretos son de antes.
En el pabellón rojo, sobre Mexico y Noviembre, las escaleras hablan. 
En tu subsuelo curioso, lleno de historia, los guardapolvos duermen.
Entrepiso al abismo, cráter de Islandia, ¿hacia dónde te diriges?
Y en este cuarto ahora me encuentro, tan solo pensando.
Cuarto gris de azulejos ocres con gigantes vestidos de blanco.
¿Qué hay detrás de tus paredes? ¿Estarán los que pienso?
Pabellón izquierdo, segundo piso, también allí estuviste.
A los científicos muertos, gracias por este suelo.
Científicos nuestros, me avergüenzo de mi, de nosotros.
Intento la vida, soy consciente, pero me avergüenzo.
La ciencia avanza, los hombres ríen; el futuro progresa, los árboles caen.
Me siento Mazza, Milstein, o quizá el de siempre, el que busca.
Peldaños tristes, ¡cuántas huellas te han quedado!
Rincón de bronca, ¡cuánta tinta te han tirado!
Y freno la mente, imagino esas vidas, días iguales pero distintos.
En estos sitios investigabas, el por qué de la vida o el por qué de la muerte.
Y por la puerta entreabierta vi tus zapatos, ¿serás tú?
Porque no vienes y me ayudas, no te pido el alma, ni tu sabiduría, solo quiero que me cuentes cómo funciona la existencia.
Cuéntame que hacías, que tomabas, qué pensabas, con qué reías.
Si eras un hombre, una máquina o un pájaro.
Explícame si estoy equivocado, si perdí el rumbo, y si soy humano.
Y al mirar por mis oculares te vi, sentado erguido, observándome.
Nervioso me pusiste, tal no supe cuál sentido aprovechar.
Si mirarte o verte, si escucharte u oírte, si tocarte, si sentirte, si olerte.
Magnifiqué mis oídos, y solo tres palabras me dijiste:
Dedicación,
Pasión por la vida y por la muerte. Pasión por tu encuentro, por tu búsqueda.
Pasión de los hombres ansiosos que no quieren dormir.
Pasión de intentar el bien de todos, y de uno mismo.
Y me clavaste la segunda: Responsabilidad,
Ética moral por ser, por las estrellas y las piedras.
Ética espiritual por formar parte de la naturaleza.
Ética de saber que estoy haciendo el bien.
Ética fraternal, de iguales, sin importar la raza, el sexo ni la sangre.
Ética del hermano de distinta madre.
Ética del que espera y sabe esperar, del que tiene hambre, sueño y fiebre.
Y me lanzaste la última: Excelencia,
Enigma interno en la búsqueda del cosmos; desafío constante y lectura incesante.
Estudiosos los mortales que cultivan esta pampa.
Afortunados los inmortales que no necesitan la carne.
Afortunados aquellos que nacen porque sí, y transcurren sin vivir.
Mil posibilidades debes plantearte, y llegar en embudo a lo más probable.
Siempre por ellos, segundo por nosotros y tercero por ti.
La duda curiosa es hermana de la excelencia, y la inquietud la flecha del acierto.
No calles por pereza, y menos por temor. Súbete al tren.
La piel es la boca valiente, si callas ella hablará.
Elige la estación dónde bajar, que es mejor que ver el tren pasar.
Comparte tu duda, que en equipo se resolverá.
Aprende contigo y con ellos, por el bien de los demás.
Y con tu ironía de siempre te marchaste.
Y tal vez no te vea más, pero me alcanza con haber soñado lo esencial de la vida.
Ver el viento, ser un árbol y sentir la tierra.
En este cuarto gris de azulejos ocres me sentí argentino, pero por sobre todas las cosas, me sentí humano. 

domingo, 15 de abril de 2012

El domingo es para los deportistas

Ayer whisky, hoy resaca.
¿Con qué rima whisky? Con Romeo y Zulú.
¡Qué buena está Mercedes Morán! ¿Está buena Mercedes Morán?
Me lleva unos cuantos años, pero es una linda M.I.L.F.
Dice que se lo dicen seguido.

A mí seguido me dicen cosas, que se presentan sin invitación.
Ayer por ejemplo conocí a una chica, obstetra.
Y así, del mismo modo que trae gente al mundo, me sacó del suyo.
La conexión inicial fue inmediata.

Estaba en esos días donde sentís que todo te va a salir bien, y así parecía.
Así que la ví, me acerqué y todo empezó a fluir.
Me sentía Gardel, aunque seguramente, mi éxito momentáneo se debía a que ella estaba más caliente que yo.
Odio exponerme en lugares públicos, pero empezamos a besarnos apasionadamente.
Para los presentes, la pasión debía ser lo más lejano que percibían.
Pero esta vez, como pocas, no me importó.
Ella me encantó, me hacía acordar a alguien de mi pasado.
Seguimos hablando sin decirnos nada.

Ya está, no hay nada más que decir- pensé.
Ya está, no hay nada más que decir- pensó.
Vamos- le digo.
Me voy- me dice.
Te acompaño- le digo.
No gracias- me dice.
Y estoy a punto de hacerle reproches, como si me debiese algo, como si no hubiese cumplido una promesa.
Su pasión se fue a buscar a otro, pensé.
Soy triste.
Me guardo las palabras que pienso y le digo las que me salen.

Se toma un taxi, yo me tomo todo.
Y no tengo un peso, tengo la SUBE.
Y me vuelvo en bondi, parado, igual que mi amigo el de abajo.
Me siento primitivo, animal, pero mi instinto no se sacia como en NatGeo.

El viaje es eterno y la energía deja de fluir.
Se diluye, todo se diluye.

Llego, me acuesto directamente.
El cerebro no para de trabajar, pero el whisky gana, siempre gana.

Me despierto pero no me levanto. No me quiero levantar.
Domingo, trailer de la muerte.
Avance de lo que sabés que va a venir.
"Próximamente" anuncia.
Entonces uno busca formas de distraerse, de eludirla, lo que la mayoría de los mortales llaman vivir.

Pienso que me gustaría ser deportista porque el domingo es el día donde realmente viven,
donde ponen en práctica lo que trabajan día a día.
Y me siento un deportista con respecto al día anterior.
Pero un forro perdedor autómata que en los noticieros deportivos repite y repite:
Trabajamos toda la semana, pero los resultados no se dieron, vamos a seguir...
Pero ellos siguen siempre. Yo a veces digo basta, cómo hoy.
Entonces no estoy en una cancha.
Estoy acá, tirado, dejando que el domingo se lleve todo el crédito,
acrecentando su fama que bien ganada tiene.

En el living hay un amigo que está parando en casa.
¿Vivirá el domingo igual a mi?
Bajá a comprar coca- le grito.
Pero no responde, está lejos de ser deportista.